La Naturaleza Simbólica de las Ciudades Bíblicas

Jerusalén se convirtió en el arquetipo bíblico de la esperanza de Dios para una ciudad y de las posibilidades de la redención urbana. Fue llamada «la alegría de toda la tierra» (Salmos 48:2). Irradiaba presencia y poder divinos: «Dios resplandece desde Sión, la ciudad bella y perfecta» (Salmos 50:2). Incluso se declaró que Jerusalén era la morada deseada de Dios: «Este será para siempre mi lugar de reposo; aquí pondré mi trono, porque así lo deseo. Bendeciré con creces sus provisiones, y saciaré de pan a sus pobres. Revestiré de salvación a sus sacerdotes, y jubilosos cantarán sus fieles» (Salmos 132:14-16). Esta historia detalla sobre todo que la ciudad de Jerusalén funcionó con un flujo de misión centrípeto (dirigido hacia el centro). Como un imán misional, la fuerza centrípeta de Jerusalén y su templo atrajo a la gente a su centro para glorificar y adorar a Dios. Se invitó a las naciones a ir a Jerusalén y descubrir la belleza del monoteísmo y la vida corporativa de una nación santa creada para glorificar y adorar al único Dios verdadero.

Nínive fue otra ciudad bíblica de importancia simbólica que cambió la trayectoria de la misión urbana. Como ciudad capital del Imperio asirio, Nínive era considerada la ciudad más grande del mundo. El libro de Jonás la describe como una ciudad extensa que le requirió tres días completos de caminata para recorrerla (Jonás 3: 3), y con una población de más de 120 000 personas (Jonás 4:11). Pero Nínive también era conocida por sus prácticas extremadamente paganas. Era una ciudad malvada que merecía el juicio justo de Dios. Estaba llena de personas espiritualmente ciegas «que no distinguen su mano derecha de su izquierda» (verso 11). No buscaban a Dios y no les importaba Jerusalén. Entonces, por su compasión misericordiosa, Dios les envió a Jonás para que se acercara a ellos y les predicara.

Aquí hay un gran cambio en las misiones urbanas que presagia las palabras de Jesús en la gran comisión. El pueblo de Dios es enviado a ser misionero a las ciudades del mundo. Mientras que el flujo anterior de misión urbana había sido centrípeto, luego se convirtió en lo que Timothy Keller ha llamado «flujo centrífugo» de misión1. Se convirtió en un enfoque hacia afuera con énfasis en ir. Se convirtió en un movimiento dirigido hacia afuera desde el centro. Para aquellos que no quisieran o no pudieran ir y contemplar la gloria de Dios en Jerusalén, las buenas nuevas ahora llegarían a su barrio local2. El flujo de la misión había cambiado de rumbo.

Este énfasis centrífugo se hizo aún más pronunciado cuando el pueblo de Dios fue llevado al exilio en Babilonia. ¿Cuál fue el mensaje misional para el pueblo exiliado de Dios en un entorno peligroso y opresivo? «Construyan casas y habítenlas; planten huertos y coman de su fruto. Cásense, y tengan hijos e hijas; y casen a sus hijos e hijas, para que a su vez ellos les den nietos. Multiplíquense allá, y no disminuyan» (Jeremías 29: 5-6). Los exiliados debían mantener su identidad en una tierra extraña, criar a sus familias y esforzarse por prosperar. Debían aumentar, no disminuir. Pero debían hacer más que aumentar su propio bienestar. «Además, busquen el bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al Señor por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad» (verso 7).

Estas palabras del profeta Jeremías fueron una invitación profundamente significativa. A los exiliados se les pedía que hicieran más que buscar la prosperidad personal; fueron llamados a perseguir el bienestar de la ciudad en la que se encontraban. Debían llevar la ética y el ethos de Sión a un lugar muy grande, pero muy pagano. Debían ser como «extranjeros residentes»3. Era un pueblo misionero que sabía que aún no estaba en casa, pero que estaba llamado a comprometerse a vivir allí como si lo estuviera.

Este movimiento urbano centrífugo continuó en la iglesia primitiva. Todas las grandes ciudades del mundo conocido se convirtieron en objetivos misionales de gran importancia. Roma era el centro político del mundo grecorromano del siglo i, Corinto era el centro comercial y Atenas era el centro intelectual. Incluso se podría argumentar que el centro religioso, con sus muchos templos a los dioses paganos y al culto imperial, era Éfeso. Estas ciudades y otras como ellas (Tesalónica, Damasco, Iconio, Filipos, Listra, Antioquía, Cesarea, Galacia, Pérgamo, y más) se convirtieron en objetivos misionales del flujo centrífugo del movimiento cristiano urbano.

Los viajes misioneros del apóstol Pablo están bien documentados. Estas ciudades se convirtieron en su enfoque singular para la actividad misionera de primera línea. Pablo no despreciaba las zonas rurales, él simplemente reconoció que, si el evangelio podía ingresar en los grandes centros culturales de la sociedad, finalmente se extendería a los confines más lejanos del imperio. Pablo pasó más de dos años en la influyente ciudad de Éfeso. El impacto del reino fue significativo. Según el relato de Lucas en Hechos 19:10: «Todos los judíos y los griegos que vivían en la provincia de Asia llegaron a escuchar la palabra del Señor». La obra cristiana en Éfeso fluyó con fuerza centrífuga hacia las áreas circundantes. El resto de los documentos del Nuevo Testamento dicen casi lo mismo.

Las ciudades ocupan un lugar destacado en la historia de la misión cristiana y constituyen una promesa inminente para la importancia de las grandes ciudades del mundo actual. Esto es mucho más que una visión para el ministerio urbano en América del Norte. Las masas de personas reunidas en las ciudades esperan el evangelio en todos los continentes. No hay una fórmula única para plantar iglesias urbanas en contextos culturales diversos que funcione para todos, pero las herramientas de la teología y la eclesiología wesleyana de santidad son adaptables y transferibles. Siempre que los métodos no comprometan el mensaje y la misión, debemos permitir la flexibilidad. Que «el advenimiento de la Nueva Jerusalén descrito en Apocalipsis sea un paraíso urbano, más que pastoral» sigue diciendo mucho sobre el Reino de Dios presente y venidero4. Por eso oremos: «Venga tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo».

David A. Busic Adviento 2019

1 Timothy Keller, Iglesia Centrada: Cómo ejercer un ministerio equilibrado y centrado en el evangelio en la ciudad (Grand Rapids: Zondervan, 2012), 147.

2 Tim Keller, What Is God’s Global Urban Mission? [¿Cuál es la misión urbana global de Dios?] Lausanne Movement, 2010. Estoy en deuda con Tim Keller por sus conocimientos sobre los aspectos centrípeto y centrífugo de la misión.

3 Stanley Hauerwas y William H. Willimon acuñaron la frase «extranjeros residentes » en su libro que lleva el mismo título, Resident Aliens: Life in the Christian Colony: A Provocative Christian Assessment of Culture and Ministry for People Who Know That Something Is Wrong [Extranjeros residentes. La vida en la colonia cristiana: una evaluación cristiana provocativa de la cultura y el ministerio para las personas que saben que algo anda mal] (Nashville: Abingdon Press, 1989).

4 Abram Lueders, Evangelicals and the New Urbanism [Los evangélicos y el nuevo urbanismo], Marginalia: Los Angeles Review of Books, 22 de abril de 2017, https://marginalia.lareviewofbooks.org/ evangelicals-new-urbanism/.

 

*Este artículo fue publicado originalmente como el Epílogo del libro escrito por Dr. Busic y titulado: La Ciudad: Las Iglesias Urbanas en la Tradición Wesleyana de Santidad. Se puede descargar gratis en la Biblioteca Digital Wesleyana-Santidad.

 

Enlace al Wesleyan-Holiness Digital Library: https://whdl.org/es/browse/resources/15572

Emily Armstrong